Javi y Hugo eran los mejores amigos del mundo. Se conocían desde que eran bebés y siempre estaban juntos, jugando en el jardín, corriendo por el parque o construyendo castillos de arena en la playa.
Un día soleado de verano, Javi y Hugo decidieron ir a jugar a la casa del Pobo. El Pobo era una casa grande y antigua, con un jardín lleno de flores y árboles, y una piscina azul brillante. A Javi y Hugo les encantaba jugar en el Pobo, porque allí podían imaginar que eran piratas, exploradores o astronautas.
"¡Vamos a buscar un tesoro!", dijo Javi, con la mirada llena de ilusión.
"¡Sí, un tesoro!", gritó Hugo, corriendo hacia la piscina.
Javi y Hugo se pusieron a buscar el tesoro por todo el jardín. Buscaron debajo de los árboles, detrás de las flores, y hasta dentro del cobertizo de herramientas. Pero no encontraron nada.
"¿Dónde estará el tesoro?", se preguntó Javi, con la cara llena de decepción.
"Tal vez esté escondido en la piscina", dijo Hugo, mirando el agua azul.
Javi y Hugo se acercaron a la piscina y se agacharon para mirar dentro. Pero no vieron nada.
"No hay nada", dijo Javi, con un suspiro.
"Espera, mira", dijo Hugo, señalando un grupo de matorrales que estaban al lado de la piscina.
Javi y Hugo se acercaron a los matorrales y se agacharon para mirar entre las hojas. Y allí, entre las ramas y las flores, vieron algo brillante.
"¡Un cofre!", gritó Javi, con los ojos muy abiertos.
"¡Es un tesoro!", gritó Hugo, corriendo hacia el cofre.
Javi y Hugo se acercaron al cofre y lo abrieron con cuidado. Dentro del cofre había un montón de monedas de oro, brillantes y relucientes.
"¡Wow!", exclamó Javi, con la boca abierta.
"¡Es un tesoro de verdad!", exclamó Hugo, con una sonrisa de oreja a oreja.
Javi y Hugo se pusieron a jugar con las monedas de oro. Las hicieron sonar, las contaron, y las escondieron en sus bolsillos.
"Ahora somos ricos", dijo Javi, con una carcajada.
"Sí, somos ricos", dijo Hugo, con una sonrisa.
Javi y Hugo se fueron a casa con el tesoro en sus bolsillos. Se lo contaron a sus padres, que se rieron mucho al ver la cara de felicidad de sus hijos.
"No es un tesoro de verdad, hijos", dijo la mamá de Javi. "Son solo monedas de chocolate".
"¡Pero son muy bonitas!", dijo Javi, con una sonrisa.
"Sí, son muy bonitas", dijo Hugo, con una sonrisa.
Javi y Hugo se comieron las monedas de chocolate con gusto. Y desde ese día, cada vez que iban a jugar al Pobo, recordaban el tesoro que habían encontrado.
Pero el tesoro no era solo las monedas de chocolate. El verdadero tesoro era la amistad de Javi y Hugo, una amistad que era más valiosa que cualquier tesoro del mundo.
Javi y Hugo siguieron jugando en el Pobo, buscando tesoros imaginarios y creando nuevas aventuras. Y siempre recordaron que el verdadero tesoro era la amistad que compartían.