La Torre Más Alta del Mundo
Juan y Miguel, dos hermanos rubios como el trigo, con ojos azules como el cielo y sonrisas que iluminaban cualquier día, eran inseparables. Juan, el mayor, tenía cinco años y le encantaba jugar con sus carritos de carreras. Miguel, el pequeño, tenía tres años y su juguete favorito era un osito de peluche llamado Pelusa.
Un día soleado, mientras Juan corría sus carritos por la pista que había hecho con palos y piedras en el jardín, Miguel, sentado en el pasto, abrazaba a Pelusa.
"¡Mira, Miguel! ¡Mi carrito rojo va a ganar la carrera!" gritó Juan, con la cara llena de emoción.
Miguel, absorto en su osito, no le prestó atención. Juan, un poco molesto, se acercó a su hermano.
"¿No quieres jugar conmigo, Miguel?" preguntó, con un tono de tristeza.
Miguel, sin dejar de abrazar a Pelusa, respondió con un "No".
Juan se sintió triste. No entendía por qué Miguel no quería jugar con él. Se sentó en el suelo, con la cara llena de lágrimas.
"¿Qué te pasa, Juan?" preguntó su mamá, que se acercaba a ellos.
"Miguel no quiere jugar conmigo", sollozó Juan.
La mamá de Juan se agachó y le acarició la cabeza.
"Miguel está jugando con Pelusa, su osito. ¿Por qué no le pides que juegue contigo?"
Juan pensó un poco. Tenía razón. Miguel amaba a Pelusa, pero tal vez también le gustaría jugar con sus carritos.
"Miguel, ¿quieres jugar con mis carritos?" preguntó Juan, con una sonrisa.
Miguel, sorprendido, levantó la cabeza.
"Con tus carritos?" preguntó, con los ojos brillantes.
"Sí, con mis carritos. Podemos hacer una carrera juntos", dijo Juan, con entusiasmo.
Miguel, sin dudarlo, dejó a Pelusa en el pasto y corrió hacia los carritos de Juan.
"¡Sí, quiero jugar!" gritó, con alegría.
Juan y Miguel pasaron la tarde jugando con los carritos. Corrieron por la pista, hicieron carreras, y se rieron a carcajadas. Miguel, por primera vez, se olvidó de Pelusa y se divirtió mucho jugando con su hermano.
Al final del día, Juan y Miguel estaban cansados pero felices. Se sentaron en el pasto, con las piernas cruzadas, y miraron el cielo.
"Miguel, ¿te divertiste jugando conmigo?" preguntó Juan.
"Sí, Juan, me divertí mucho", respondió Miguel, con una sonrisa.
"Yo también me divertí mucho jugando contigo", dijo Juan. "Y sabes, me di cuenta de que compartir es mucho más divertido que jugar solo".
Miguel asintió con la cabeza.
"Sí, compartir es mucho más divertido", dijo.
Desde ese día, Juan y Miguel aprendieron que compartir es mucho más divertido que jugar solo. Siempre se turnaban para jugar con sus juguetes favoritos, y se divertían mucho juntos.
Un día, Juan estaba jugando con sus bloques de construcción. Miguel, que estaba jugando con Pelusa, se acercó a él.
"Juan, ¿puedo jugar con tus bloques?" preguntó, con una sonrisa.
"Claro que sí, Miguel", respondió Juan. "Podemos construir una torre juntos".
Juan y Miguel pasaron la tarde construyendo una torre gigante con los bloques. Se reían, se ayudaban y se divertían mucho.
Al final del día, la torre era tan alta que casi tocaba el cielo. Juan y Miguel se miraron con orgullo.
"¡Mira, Miguel! ¡Construimos una torre gigante!" exclamó Juan.
"Sí, Juan, ¡es la torre más alta del mundo!" respondió Miguel, con una sonrisa.
Juan y Miguel se abrazaron con fuerza. Se dieron cuenta de que, cuando compartían, podían hacer cosas increíbles juntos.
Y así, Juan y Miguel, los hermanos rubios como el trigo, aprendieron que compartir es mucho más divertido que jugar solo. Y vivieron felices para siempre, jugando, riendo y compartiendo todo lo que tenían.

How this story was created?
Story base: Dos hermanos rubios, llamados Juan y Miguel aprendieron que compartir es mucho más divertido
Category:
Language: Spanish
Length: Short
Age: 5
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